Hace tres años dejé Aguascalientes. No me sentía feliz ahí. Había una voz dentro de mí que me decía que había algo más, en otro lugar, en otro camino. Y aunque me dolía profundamente, decidí irme. Empaqué mi departamento, regalé muchas cosas, vendí otras, guardé mis libros (eso me rompió el corazón) y con una sola maleta me fui.
Pasé unos meses fuera y, poco a poco, mi curiosidad empezó a guiarme. Tomé una clase de fotografía y estilismo de moda. Después, decidí aprender joyería y me mudé a Taxco por un mes. Desde entonces, he estado yendo de aquí para allá, viviendo en movimiento. Y en medio de ese movimiento, nació Nom.
Nom viene de “nómada”, de esa vida que llevaba cuando este proyecto comenzó. Para mí, Nom es una invitación a explorar, a jugar, a crear desde lo que veo, desde lo que siento, desde las personas con las que comparto momentos y la naturaleza que nunca deja de sorprenderme.
Escribo esto para compartir un poco de lo que he aprendido en estos tres años. Estoy por comenzar una nueva etapa —temporal, como todo— y volveré a vivir en Taxco para seguir aprendiendo y creciendo como diseñadora de joyería.
Sé que es imposible resumir todo lo que me ha enseñado este tiempo, pero quiero intentarlo. Porque, aunque la vida en movimiento me ha regalado mucho, también me ha quitado. Y de todo ello he aprendido.
He aprendido que soy profundamente curiosa. Siempre me pregunto: ¿qué más hay allá afuera?, ¿qué más puedo ver?, ¿quién más puedo ser?
Aprendí a soltar, sobre todo en medio de la incertidumbre. Hubo momentos en los que no sabía dónde iba a dormir al día siguiente. Y sin embargo, siempre apareció un lugar.
Aprendí a abrirme: a personas, lugares, encuentros, experiencias. Aprendí que todo llega cuando me permito mirar con el corazón abierto.
Entendí —quizá mi mayor aprendizaje hasta ahora— que mi realidad me pertenece solo a mí, y que respetar la realidad del otro, aunque no la entienda, también es una forma de amor.
Sigo aprendiendo a soltar: los planes fijos, el control, las expectativas, lo material.
Confié en que lo que es para mí, llegará. Y así ha sido, en todas las áreas de mi vida.
Dejé de sentirme culpable por invertir en mí, en mis experiencias, en mi camino. Todo lo que he vivido me ha construido. Me ha traído hasta aquí.
Entendí que nada ni nadie me pertenece. Y en esa libertad, encontré paz.
Hoy abrazo la impermanencia. Todo cambia, todo se mueve. Y eso está bien. Aprendí a cambiar de opinión y de sueños, comprendí que no hay regaló más grande para mí misma que esta flexibilidad de ser muchas cosas y de no encasillarme ni preocuparme por encajar.
Aprendí que los cambios, aunque muchas veces llegan con dolor, siempre son grandes maestros. Y que siempre, siempre hay espacio para aprender y crecer.
Gracias por leerme.
Nom es una parte de mí, pero también es un espacio para compartir. Si tú también estás atravesando un cambio, una búsqueda o simplemente un momento de transformación, espero que estas palabras te acompañen como una mano extendida.